Academia

Lecciones sobre neuroeducación, para un educador del presente. Cómo “le gusta” aprender a nuestro cerebro
Enero / 2023 Academia

Para ello, se plantea una de varias posibilidades. La razón es que en muchos sistemas educativos de nivel superior se busca incansablemente el formar profesionales capacitados y especializados en un área de conocimiento específica para que se desempeñen de forma altamente competitiva, y pareciera ser lo correcto. Sin embargo, se cita el objetivo de la educación que propone David Bueno: el principal objetivo de la educación debe ser ayudar a las personas a crecer en dignidad. (Bueno, 2019).

Dignidad entendida como el respeto que cada uno merece por el hecho de ser como es, y que, en la misma medida, debe ofrecer a todas las demás personas y a la sociedad; dignidad para aprovechar al máximo nuestras fortalezas y afrontar sin miedos ni complejos nuestras debilidades; dignidad para relativizar y atenuar las amenazas y para profundizar en las oportunidades individual y colectivamente; dignidad para establecer una sociedad cuyo funcionamiento sea intrínsecamente digno y dignificante. Todo ello incluye, por lo tanto, las actitudes y las aptitudes, los conocimientos culturales y también la profesionalización, la capacidad creativa y la motivación, la reflexividad, la autoconciencia y las emociones, el trabajo cooperativo y colaborativo y el individual, entre otros aspectos, dado que todo ello acabará formando parte de nuestra vida adulta (Bueno, 2019).

Ahora, pues, se intentará acercarse al valioso aporte que brindan las neurociencias a la educación. En primer lugar, es importante decir que las personas nacen con el instinto de aprender y adquirir nuevos conocimientos sobre su entorno; esto se explica fácilmente mediante las vivencias que se adquieren desde niño y que moldean la forma de comportamiento como adultos. De lo anterior se extrae que para aprender es necesario tener modelos de aprendizaje no solo lecciones y currículo.

En segundo lugar, para desarrollar mejor nuestras habilidades como educadores es necesario conocer cómo funciona nuestro cerebro y, por lo tanto, el de nuestros alumnos. Ello facilitará dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿cuándo aprende? ¿cuándo está motivado?, ¿cuándo se aburre? ¿cuándo reproduce algo de manera mecánica o cuándo la crea de nuevo?, ¿cuándo se emociona? Y vaya que sí son relevantes las emociones para nuestro cerebro, de ellas dependerá mucho el nivel de aprendizajes significativos en la población estudiantil que se desee formar.

En tercer lugar, algunos genes asociados con aspectos mentales tan complejos como la creatividad, la inteligencia, la empatía, la impulsividad, muy determinantes en sistemas educativos superiores, son determinados por un indicador de heredabilidad que se detalla a continuación. La heredabilidad de la empatía es del 47 %; la de la creatividad, del 55 %; la de la impulsividad, del 62 %, entre otros. Pero lo más importante es que el resto lo podemos trabajar a través de la educación y del ambiente que generamos alrededor de ellos. De lo anterior, es evidente que la neurociencia ha determinado que la genética influye en cierta medida en nuestra forma de aprender, pero también es necesaria la educación y el entorno que se pueda construir para favorecer los procesos de aprendizaje.

En cuarto lugar, la música, de cualquier género, estimula el sistema de recompensa del cerebro y hace sentir bien a las personas, mejora la atención y el autocontrol y estimula las emociones, unos aspectos muy beneficiosos para la educación en general; por el contrario, escuchar un determinado autor o género no hace a las personas más inteligentes. Quizás la lección sobre este aspecto es saber si conocemos aquellos factores que ayudarán a que el cerebro active otras partes más asociadas con el placer, las emociones, que puede decirse son las vitaminas básicas para cualquier cerebro.

Finalmente, en quinto lugar, emociones y supervivencia están absolutamente vinculadas. Cualquier aprendizaje que tenga componentes emocionales el cerebro lo interpretará como clave para la supervivencia y, por tanto, lo almacenará mejor y luego permitirá que se utilice con más eficiencia. Dicho de otro modo: si un aprendizaje cualquiera, en el momento de adquirirse, se ha relacionado con emociones, es que hay que recordarlo bien para ser más eficientes la próxima vez que nos encontremos en una situación similar, dado que, según interpreta el cerebro, de ello depende la supervivencia.

Con este artículo se pretende hacer un reconocimiento al aporte brindado a la comunidad académica y a la sociedad en general que siente pasión por conocer lo fascinante que es acercarse a conocer cómo funciona el cerebro humano y particularmente como este puede brindar una forma diferente de gestionar la educación en la actualidad; está basado en breves referencias de Neurociencia para educadores, libro de Bueno, que debería ser de consulta para cualquier profesional dedicado a la formación de personas en cualquier nivel de educación.